Mensaje a los médicos (1782)

Immanuel Kant: Mensaje a los médicos. (1782)
Obras de Kant. Edición de la Academia (AK) VIII, 5-8

La extraña y asombrosa epidemia que justo ahora está empezando a remitir es ciertamente, en lo que respecta a sus síntomas y a los remedios que sirven para combatirla, solo objeto de los médicos, pero su expansión y transmisión a través de grandes países suscita la perplejidad y la inquietud intelectual de quien considera este fenómeno concreto meramente desde el punto de vista de un geógrafo físico. En este sentido no se tendrá por una intromisión en un asunto ajeno, el que anime a los médicos de ideas más amplias a escudriñar hasta dónde sea posible el curso de esta enfermedad que parece propagarse no por medio del aire, sino por mero contagio. La comunidad, en la que ha entrado Europa con el resto de las partes del mundo, tanto por barco como por caravanas, arrastra consigo muchas enfermedades a todo el mundo, de forma que se cree con mucha probabilidad que el comercio ruso con China ha dado entrada en sus tierras unas cuantas especies de insectos dañinos procedentes del Lejano Oriente, las cuales con el tiempo se han seguido expandiendo a sus anchas. Nuestra epidemia comenzó, según las noticias oficiales, en San Petersburgo y desde allí avanzó paulatinamente, sin dejar territorio intacto, a lo largo de la costa del Mar Báltico hasta llegar a donde estamos y continúa progresando ahora hacia Prusia Occidental y Danzig, atravesándolas en dirección oeste, casi como según la descripción de Russel pasó con la peste de Alepo, por mucho que no pueda compararse en destrucción con esa horrible plaga. Cartas desde San Petersburgo hicieron que la conociéramos con el nombre de “influenza” y parece ser la misma enfermedad que en el año 1775 arrasó en Londres y que cartas de aquel entonces también refieren consecuentemente como “influenza”. Con el objetivo de que ambas epidemias puedan ser comparadas por los expertos, adjunto aquí la traducción de una nota del famoso (y ahora ya fallecido) doctor Fothergill tal y como un amigo me la ha trasmitido a mí. I. Kant.

De Gentelman’s Magazine, febrero, 1776
Descripción de una epidemia de acuerdo con cómo se la ha observado en Londres

A comienzos de pasado mes oí en muchas casas que casi todos los recaderos estaban enfermos, que tenían congestión, tos, la garganta irritada y algunos otros síntomas diversos. – En el plazo de ocho días las quejas se generalizaron. Pocos recaderos permanecieron a salvo. Especialmente los de género masculino, que eran los que con más frecuencia tenían que salir, pero también muchas doncellas y también gente de estamentos más elevados se vieron infectados por esta enfermedad. Ni siquiera los niños se libraron. La enfermedad, a la que hasta el momento se le había dejado campar a sus anchas o para cuya contención, a lo sumo, no se habían probado sino los remedios caseros habituales para los constipados, despertó por fin el interés del gremio de la medicina y durante tres semanas todos los médicos se ocuparon de ella. La mayoría de los pacientes de los que yo he podido leer noticias sufrían mareos y dolores de cabeza leves, aspereza en la garganta y una sensación de frío que les recorría todo el cuerpo, pero que especialmente se daba en las extremidades. ꟷUna tos seguía poco tiempo después, congestión, ojos llorosos, náuseas, una mayor frecuencia urinaria y algunos padecían diarrea, ꟷtemperatura más o menos febril, desasosiego, a todo lo que pronto se sumaban dolores de pecho y dolores en todos los miembros, aunque en grados muy diversos. ꟷ Muchos podrían, con esos síntomas, continuar desarrollando sus negocios; otros tuvieron que permanecer en su habitación y, lo que es más, guardar cama. ꟷ ꟷTenían la lengua en todo momento húmeda, la piel rara vez se ponía muy caliente o seca; el pulso, casi siempre pleno, era rápido y más fuerte de lo que en semejante estado de la piel cabría suponer. ꟷ Muchos sufrían ataques de lientería. Las deposiciones eran espontáneas y, en todo momento, negras o de un verdor amarillento. Lo mismo ocurría con la mayoría de las deposiciones provocadas con sustancias purgantes. ꟷ ꟷ En pocos días la enfermedad remitía, a excepción de la tos que se mantenía hasta mucho después y que, al comienzo de la noche, resultaba muy molesta a los pacientes. Hacia la mañana aparecían, por lo común, unos sudores con leves esputos. Los que al principio tenían mucha mucosidad en nariz y laringe y que una o dos noches presentaban después abundantes deposiciones espontáneas negras de bilis, miccionaban mucho y con un color muy fuerte y sudaban en abundancia, sanaban antes.

En muchos casos era necesario sangrar al paciente debido el estado de su pulso y a la agudeza de su tos. La sangre era, por lo común, viscosa y tenía un aspecto de pasta de sebo azafranado que flotaba en un suero de un amarillo intenso. ꟷ Había unos pocos casos en los que la mucosa adoptaba formas trapezoidales como ocurre por lo general en las enfermedades más propiamente febriles.

Con bebidas calientes, rebajadas y refrigerantes y repetidas pero moderadas purgas exudantes la enfermedad se curaba en personas que no tuvieran otras afecciones. En ocasiones, se hacían necesario repetir las sangrías. También, en otras ocasiones, se empleaban con provecho moscas españolas (1) contra la tos, la cual siempre se prolongaba más. Tras el necesario desangramiento los calmantes tenían un efecto positivo.

En muchos casos, la enfermedad, hacia el final, adoptaba la apariencia de una fiebre intermitente, que la cinchona (2) no siempre era capaz de solucionar. Los síntomas, como sucede frecuentemente con muchas enfermedades biliares, se agravaban a veces más todavía con el uso de medicamentos. Pero algunas dosis de cualquier purgante suave por lo general solucionaban todo.

Mucha gente que no prestaba atención a la enfermedad y que salían estando enfermos, contraían muy a menudo resfriados que producían fiebres peligrosísimas y algunos de ellos incluso morían entre convulsiones..

Todo aquel que tenía asma sufría mucho durante la enfermedad. Una fiebre perineumónica se instalaba poco a poco y acababa con frecuencia con la muerte del paciente. Con aquellos de estos que se pudieron salvar al final, la recuperación fue lenta y la medicación fue aparejada con grandes dificultades. ꟷ También se vio que pocas personas se salvaban de sufrir los ataques de esta enfermedad y que otras enfermedades, que muchos ya padecían, se veían agravadas a consecuencia de ella. ꟷ También causó la muerte de muchos niños muy pequeños debido a la tos y a las diarreas.

Quizá no haya habido en esta ciudad nunca una epidemia de la que tanta gente se haya contagiado en tan poco tiempo y por la que, sin embargo, haya habido tan pocos muertos. ꟷ Aunque los experimentos para determinar las causas de las epidemias son, por lo común, más conjeturales que fundamentados, no puede perjudicar, sin embargo, haber mencionado algunos hechos que me han llamada la atención a mí. ꟷ Tal vez otros hayan realizado más observaciones que sería valioso que se tuvieran en cuenta.

Durante la mayor parte del verano, en la zona del país donde yo he permanecido (Cheshire), el aire tuvo la temperatura más uniforme que yo jamás había tenido ocasión de experimentar. ꟷ En el plazo de dos meses el mercurio del termómetro (de Fahrenheit) subió solo una vez hasta los 68 grados y cayó otra vez hasta los 56 grados. Durante un periodo de seis semanas hizo de día y de noche entre 60 y 66 grados. ꟷ El barómetro también variaba poco. ꟷ El tiempo meteorológico, no obstante, estuvo durante esa temporada muy cambiante con tendencia a permanecer húmedo pero, aunque durante 6 semanas llovió casi a diario, sin embargo, no ha caído en total una cantidad de lluvia inusual. Esta se hundía al caer en la tierra y dejaba el suelo muy blando y embarrado ꟷ aunque raramente ha llegado a hacer que rebosen y se desborden los arroyos.

Durante este periodo los caballos y los perros también cogieron la enfermedad, sobre todo aquellos que estaban bien mantenidos. Los caballos tenían una tos aguda, mucha temperatura y perdían el apetito y se necesitaba mucho tiempo para que se recuperaran. No he oído que murieran muchos de ellos. Muchos perros, por el contrario, murieron. ꟷ Este pequeño informe de la reciente epidemia se presta a la madura reflexión del gremio en esta ciudad y está acompañado de la petición de que, si sus consideraciones no coinciden con las de este relato, se den a conocer sus observaciones, pues el asunto está todavía sometido a incipientes reflexiones, para que así se puedan dejar noticias tan exactas como sea posible a nuestros descendientes. ꟷ

Si los señores médicos locales, a cuyas manos llega este mensaje, fueran tan bondadosos de indicar el momento en el que esta epidemia se ha manifestado en su vecindario y de señalar en qué puntos esta no coincide con la antedicha descripción, ya sea en los síntomas o en el modo de curación, ellos mismos promovería así también este buen propósito. Las consideraciones reunidas de todo un gremio tienen necesariamente que superar en mucho a las de uno de sus miembros aislados, por mucho que este se afane en conseguir lo mejor para su profesión. ꟷ

Londres, 6 de diciembre de 1775.

Fdo. John Fothergill

Traductor: Miguel Oliva Rioboó, miguel.spanisch@gmail.com

(1) Se refiere a la Lytta Vesicatoria, que es un coleóptero de la familia de las Melodiae, que alberga en su cuerpo una sustancia, la cantaridina, que ha sido empleada en medicina de manera muy diversa. (Nota del traductor)
(2) Planta cuya corteza se usó ya antes del siglo XVIII contra las fiebres y la malaria. (Nota del traductor)

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